El trayecto lineal cotidiano y matutino que se vuelve intransitable por los nudos invisibles ocasionados por los mismos transeúntes, al igual que sucede en la vida, la lucha por espacios, por tiempo, por poder, la múltiple indiferencia, la descortesía, la individualidad que los aisla en sus burbujas de velocidad, protegidos en ellas, dentro de un orden perfecto de espacio cómodo y acondicionado, en esa arma mortal que los transporta y facilita su movimiento. Son las arterías que nos comunican.
Es grato ver como la ciudad mutó por el caos a partir del desgarre del Río Santa Catarina cuándo despertó de ese largo sueño, de ese mito que alguna vez lo mencionó ser fértil, y es ahora que por sus arterias nuevamente fluye agua, un agua que refleja el cielo en tonalidadez transparentes, turqueza y azul profundo, aveces en tono demasiado turbio, la compañía en paralelo a la vialidad con su nuevo fluir, quizá por pocos meses más, algunos desearíamos que fuera eterno su murmullo a la par de los motores de autos, la ruptura con el asfalto caliente, el moldeable, pemeable y curtido pavimento.
La ciudad se colapsó por el huracán, fué la mejor muestra de la segmentada incomunicación que existe entre sus diversos sectores de población y usos de suelo, incomunicación social, urbana, vial, la infuncional planeación suprema, escasas conexiones, la solución planteada: el cambio de sentido, el detonante estimulaba una nueva planeación, no parches, no vados, no soluciones "provisionales" (¿pro-visión?) ¿en favor de algún tipo de visión o plan a futuro?
